Instalación site-specific. Dimensiones variables. Cortesía de los artistas
Cualquier fragmento arquitectónico, una puerta que da a un lugar secreto, un elemento aparentemente poco interesante del edificio, unido a la documentación sonora que el lugar aporta, son arranques para la piezas e instalaciones de Esther Mañas y Arash Moori. Geometría y volumen les inspiran para trabajar, referidos al sitio donde vayan a hacerlo. Sin utilizar medios como cine o vídeo, nos remiten a ellos de una manera curiosa y poco clara, transformando el espacio en una irrealidad escultórica transitable, haciendo al espectador también protagonista.
Esther Mañas y Arash Moori, tras conocerse en Helsinki en 2005 y comenzar a trabajar juntos, han desarrollado un concepto artístico basado en la experimentación, en la unión del sonido, la luz y el espacio. Cámaras de vigilancia, neones y otros elementos les sirven para componer instalaciones en la que el espectador debe entrar, con el fin de despertar sus sentidos de tal manera que pueden evocarle situaciones vividas o hacerle experimentar nuevas sensaciones desconocidas.
Esta convergencia múltiple de materiales, sonido y tecnología desarrollado en un espacio específico, ofrece como resultado un paisaje integral que rompe las barreras del lugar para el que ha sido concebido, potencian la imaginación del visitante, que busca en su memoria referentes conocidos que le transporten a una “zona confortable”, pero no lo acaba de encontrar, creándole una cierta inquietud porque nada le es familiar. Y recordándole que el silencio no existe.
Invitado de manera misteriosa a entrar en áreas que en principio no son accesibles al público, éste pasa de espectador a explorador, de observador a participante, “metiéndose” en la pieza y formando parte de ella, pero sobre la que guardan el control de lo que pueda suceder sus autores, Mañas y Moori. De esta manera, el site-specific da protagonismo a quienes se aventuran en la instalación.