Para criticar algo es necesario marcar cierta distancia, liberarse de los juicios de valor que nos manipulan, examinar las circunstancias desde el exterior. ¿Pero, ese “exterior” existe todavía? ¿Podemos llegar a él? Y si pudiéramos llegar, ¿seguiríamos siendo capaces de actuar? ¿Es posible que sea sólo un nuevo interior? ¿Cómo se puede mantener una distancia crítica y seguir siendo activo? La crítica empieza por uno mismo, te fuerza a liberarte de tu afiliación social, del concepto de tu identidad adquirida. Desenmascararse a uno mismo como parte del sistema que uno quiere criticar es una impertinencia, un riesgo y provoca una crisis. Llegado a este punto, es tu decisión tomar medidas; la crítica no es sólo la conclusión, sino un gesto y una experiencia práctica con un efecto transformador y una viveza interpersonal. Un día mirarás por la ventana y pensarás que valía la pena animarse.