Gijón, 2000
Su práctica se centra en la escultura y el ensamblaje, con un enfoque especial en la materialidad, el proceso y la relación entre imagen y objeto. Trabaja con materiales encontrados, fragmentos que muestran gestos, historias… Para ella, la escultura funciona como una especie de collage expandido, donde lo material no solo es significante, sino también interlocutor activo: algo que se repite o se desplaza.
Reúne elementos, a veces bifurcables, incluso polisémicos, ya que cuantas mas imágenes estén vinculadas a una imagen, mas motivos habrá para que esta sea activada. Estas imágenes no dejan de ser “clichés”: algunos lo son en sí mismos, otros lo son del medio y del lenguaje escultórico, tanto a nivel formal como material.
Le interesa trabajar con símbolos desgastados del romanticismo y de la cultura popular: un “baby” de canción pop, un anillo y un velo que no termina de aparecer. También con los tópicos del propio lenguaje escultórico: el objeto se escenifica, se repite, genera una suerte de teatro menor que juega con lo visible y con aquello que se desea ver. Hay una tensión constante entre lo real y lo representado, entre lo que se dice y lo que no.
Es esa superposición de códigos encuentra una serie de materiales que se ordenan casi como en un paisaje. En ellos halla la forma de atender a cuestiones de forma y estructura, de escala y espacio, de contorno y color, que le interesan profundamente.
Es bastante sencillo, se deja atravesar por un deseo, una espera esperanzada, una intuición del deseo.