Estación experimental

CA2M y LABoral Centro de Arte (ed)

Fecha de publicación: 28 octubre 2011

Las prácticas artísticas y científicas comparten un buen número de motivaciones, búsquedas y horizontes imposibles. Ambas parten de la investigación minuciosa de la realidad, a veces de aquello que pasa desapercibido para el ojo no entrenado. Ambas necesitan paciencia, perseverancia, humildad e intensidad. Ambas arrinconan las teorías y las prácticas que les preceden, dejándolas para su estudio como legado del pasado y superponiendo las nuevas obras (de arte) o teorías (científicas) como las pruebas válidas del pensamiento contemporáneo. Ambas se basan a partes iguales en la observación, la especulación, la predicción y la experimentación. Ambas pueden acabar en la más absoluta abstracción, proponiendo soluciones que contradigan o cuestionen la experiencia cotidiana. Ambas son abiertamente políticas, involucrándose abiertamente en aquello que constituye la esfera compartida de lo público. Ambas pretenden cambiar el mundo y (a veces) lo consiguen.

De igual manera, hay muchos elementos que no comparten. La ciencia dice buscar la certeza; el arte hace tiempo que ha rechazado todo intento de acercarse a cualquier verdad. Si existe un método científico, difícilmente puede decirse que exista un método artístico. Las nociones de hipótesis, experimento, teoría son muy diferentes entre ambas. Más aún: en arte, el experimento (la obra) e incluso el proceso mismo se convierte en los ejes sobre los que pivota gran parte del pensamiento que genera.

La percepción social del arte y de la ciencia también ha caminado en numerosas ocasiones en paralelo. En los tópicos y las expectativas, centrales en la conceptualización de esta exposición, tanto el científico como el artista han sido considerados raros, excéntricos, inofensivos hasta el día que decidían comenzar a encarnar el mal. El científico loco, un personaje inherente a la narrativa de la ciencia ficción que luego cautivó a la cultura pop, aparece desde el momento en que se descubre que la ciencia también puede ser dañina y que sí, puede destruir el mundo. En ese imaginario, existe también el artista loco, que responde a una subvariante de un impreciso modelo romántico. En definitiva, ha encontrado en el
“raro” uno de los motores del pensamiento crítico de la contemporaneidad. Estación Experimental se fija precisamente en ese espacio de lo imaginario. No se detiene en un análisis minucioso del conjunto de la ciencia, ni en sus actuales logros, aspiraciones y frustraciones. En ese sentido no es una exposición al uso sobre las relaciones entre arte y ciencia. Desplaza su
atención hacia lo inverosímil o, como mínimo, lo improbable. Muestra cómo el arte y la ciencia imposible se acercan y se entrecruzan. Huye también de identificar ciencia con sofisticación tecnológica: de hecho, casi todo lo presente en la exposición raya el bricolaje doméstico.

Sus comisarios, Virginia Torrente y Andrés Mengs, han abandonado toda ingenuidad al no caer en una sencilla traslación ilustrativa de las preocupaciones de la ciencia hasta el arte. Se han fijado más bien en ese espacio intersticial de lo quimérico, del cortocircuito que generan los cruces de las ficciones teóricas con las ficciones estéticas que resulta en un territorio de nadie en el que se inventan nuevas reglas.

Los trabajos incluidos en la exposición, en muchas ocasiones, desafían las expectativas del espectador, o las de la propia ciencia. Algunas veces, cuestionan todas las lógicas que el sentido común aplica a nociones como gasto, esfuerzo o riesgo tanto en el arte como en la ciencia al proponer soluciones complejísimas para problemas inexistentes. Se muestran situaciones en las que lo absurdo entronca con lo cotidiano, amplificando las percepciones de la realidad hasta hacerla grotesca. Los juegos de ida y vuelta, las confusiones de uso y material, las situaciones inverosímiles y, en general, la insistencia en afirmaciones que sabemos, a priori, que probablemente no son ciertas constituyen la materia prima de un buen número de las propuestas de Estación Experimental. Desde LABoral y el CA2M Centro de Arte Dos de Mayo queremos agradecer muy especialmente a todos los implicados en la exposición: a sus comisarios por la extraordinaria labor realizada, a Pablo Martín Pascual, por el magnífico ensayo que acompaña el presente catálogo, a los prestadores de las obras, a todos los que han colaborado en su producción y, por encima de todo, a los artistas, cuya complicidad en este proyecto ha sido imprescindible.

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