David Martínez Suárez: explorando nuevas formas narrativas
Por Benjamin Weil, Director de Actividades de LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Inercia, la nueva obra de David Martínez Suárez, es el sexto proyecto producido por LABoral Centro de Arte y Creación Industrial en el marco de su colaboración con el Instituto Asturiano de la Juventud del Gobierno de Asturias. Desde 2007, el premio LABjoven_Experimenta ha prestado apoyo a ambiciosos proyectos de jóvenes artistas asturianos, a los que LABoral ofrece la experiencia y conocimientos de su plantilla y acceso a su Plataforma 0. Centro de Producción, mientras el Principado de Asturias les asegura el apoyo económico.
Inercia, una estructura narrativa multidimensional, hunde sus raíces en las dos líneas por las que David Martínez Suárez ha dirigido su exploración en los últimos años. La primera es la de la creación fílmica, plasmada en la producción de una serie de documentales relacionados con el conflicto social que afecta a la zona minera asturiana como consecuencia del cierre gradual de la actividad minera en su conjunto. En la producción de esos documentales, Martínez Suárez revela su gran interés por el montaje como elemento clave para la creación de su narrativa y que le permite compilar un material fílmico fascinante que guarda relación con una situación que, como nativo de la zona, él mismo conoce de primera mano.
La segunda línea se deriva de su formación como artista visual, y en ella aplica la misma estrategia de edición al abordar su complejo trabajo de instalación, combinando elementos escultóricos y fotográficos e incorporando en ocasiones materiales que añaden una cualidad performativa al proyecto.
Con anterioridad al desarrollo de Inercia, David Martínez Suárez produjo una serie de mesas para lo que, a primera vista, parecen experimentos científicos pero que de algún modo aluden también al ámbito de lo doméstico ya que emplean, por ejemplo, utensilios de cocina —como unas ollas utilizadas para hervir agua y generar una nube de vapor, que a su vez se materializaba en un haz de láser que de otro modo habría resultado invisible. Pero además, la nube nos remitía a los paisajes industriales de su tierra, una referencia que quedaba asimismo reforzada con fotografías de chimeneas humeantes.
Del mismo modo, la estructura narrativa de Inercia es un ensamblaje de imagen en movimiento y escultura alusivo tanto al cine comercial como al juego. Para su realización, el artista ha seleccionado fragmentos de una película de culto de Hollywood de los ochenta — Streets of Fire— que mezcla con renderizaciones tridimensionales tanto de personajes como de elementos escénicos de la no menos popular serie de videojuegos Halo, fusionando, al hacerlo, esos dos universos al tiempo que aborda las diferencias que existen en nuestra relación con el tiempo entre la sala de proyecciones, el salón recreativo y la sala de exposiciones, tres tipos de espacios que implican unos tipos de vivencia narrativa también diversos.
Resulta curioso que tanto el argumento del film —el secuestro de un célebre cantante pop por una banda de delincuentes motorizados— como el del videojuego, que nos habla de un tiempo futuro en el que los trabajadores son enviados al espacio a explotar los recursos de otros planetas, muestran un inquietante parecido con el conflicto social que David Martínez Suarez ha documentado en sus películas. En un mundo en el que la identificación social queda cada vez más desdibujada por el consumismo y por la negación de los estratos sociales que éste intenta establecer, el artista parece mostrar un vivo interés por cuestionar ese aspecto narrativo, apuntando, quizás, al hecho de que, mientras que el mundo capitalista posindustrial global que habitamos tiende a fundamentarse en la noción de un interés y un conjunto de referencias comunes, las categorías sociales continúan existiendo. Y si bien la estructura de clases de ayer pudiera no servir ya como patrón para comprender las dinámicas de relación entre los diversos grupos sociales, el antagonismo entre las clases dominantes y el resto de la población sigue estando ahí.
Otro aspecto verdaderamente fascinante de este nuevo trabajo es la manera en la que David Martínez Suárez mezcla los diferentes campos de una narrativa común. En efecto, muchos productos de ficción funcionan en la actualidad como una constelación de experiencias. Pensemos, por ejemplo, en la expansión que experimenta hoy un largometraje a través de productos derivados como son las redes sociales, los videojuegos, camisetas, accesorios o figuritas, entre otros. Pues bien: el artista se apropia de esta estrategia para crear su propia estructura multidimensional en la que cada elemento contextualiza al otro, enriqueciendo así la narrativa central gracias a la creación de múltiples puntos de acceso.
Inercia describe también un estado concreto en una reacción química, que es la que tiene lugar cuando varios de los componentes comienzan a interactuar: una suerte de detención temporal, de suspensión. Es en ese punto cuando el espectador inicia su propia interacción con la pieza, cuando él o ella empiezan a asociar los diversos elementos constitutivos de la narrativa para crear su propia experiencia. De algún modo, lo que el artista sugiere es que, mientras un espectador no lo active, el objeto artístico se mantendrá inerte y que la participación es clave para producir esa “reacción química” que podríamos denominar arte.
