El agua, principio y presencia. José Manuel Costa
Blog La mina y su sonido
Pozo Espinos, Turón. Imagen José Francisco Arias
Cualquier asturiano lo lleva en las venas, es casi lo primero que percibe el forastero. La Mina parece algo más arraigado en el subconsciente – y consciente- colectivo que un nebuloso Don Pelayo. Seguramente la Mina y el Campo/Montaña. El labriego era también minero; el minero, labriego.
En paseos y conversaciones, además de algunas lecturas sobre el tema, salta a la vista que la Mina significó en Asturias algo muy diferente a lo que sucedió en el Ruhr alemán, las Midlands inglesas, el norte francés y el sur belga… En esos lugares, la ondulada pero tampoco muy fascinante naturaleza quedó literalmente suprimida por una urbanización superlativa donde la Mina era un elemento integrado dentro de un enorme complejo industrial del cual, si acaso, fue el origen.
Hoy en día, cuando ya no hay minas, Dortmund, Essen, Bochum, Gelsenkirchen y otras ciudades, siguen formando una conurbación de más de 5 millones de habitantes.Cuando acabó la minería, allí no había ninguna naturaleza que recuperar y aunque el color dominante haya pasado del negro al verde y se hayan construido parques paisajísticos, todo permanece igual de urbano. Los ruidos del metal en las minas, fundiciones y fábricas, simplemente han sido sustituidos por los del tráfico en la ciudad de servicios.
Esto no fue así en Asturias, no lo es hoy. La minería llegó comparativamente tarde, no alcanzó nunca la misma densidad que en el Ruhr (3.200 minas en total) y las minas se abrían allí donde se encontraba una veta, desde el mismo cauce de un rio hasta una montaña poblada de osos y lobos.
En muchos casos, la mina se incrustaba como un cuerpo extraño en el antiguo entorno, conmoviéndolo hasta el núcleo, pero no haciéndolo desaparecer. En el ámbito del sonido esto resulta muy evidente. Plantarse junto a una mina funcionante en Asturias trae consigo escuchar sus sonidos industriales, pero también otros más orgánicos que estaban allí desde antes. Aunque no se vean.
Al discutir cómo presentar La Mina y su Sonido se planteaba qué hacer con las dos minas que ya no funcionan. Una, San Fernando en pleno monte y otra Espinos en pleno campo. Una posibilidad era superponer las grabaciones realizadas ahora en esos entornos a otras tomadas de las minas funcionantes, Sotón y Candín. Por así decir, una reconstrucción. Pero finalmente se impuso un criterio diferente: mostrar el ambiente sonoro tal cual está hoy. Que, significativamente, suena cómo si por allí jamás se hubiera alzado un castillete. El cual, si permanece, viene a ser la reliquia de un tiempo pasado.
Quizás esta ausencia del sonido minero confirma, mejor que la mirada, la gran paradoja de muchos núcleos mineros que tras vivir un cataclismo social durante un siglo, vuelven, sin solución de continuidad, a ser como fueron. Pero disminuidos, marcados por un modo de vida que ya no regresará. Y que empujó a muchos hacia la costa, Gijón, Avilés…
Pero quizás no cuenten solo esos factores, los más reconocibles. Mind Revolution hacen notar el sonido constante de algo que no siempre se ve pero que unía y une esos diferentes universos sonoros: el agua. El agua aparece cómo lo único perpetuo. Podía bajar negra o clara pero el agua siempre ha sonado, allá abajo, aquí cerca. Y es que en esta construcción y deconstrucción del imaginario minero, en esa historia de huracanes tecnológicos, sociales o medioambientales, hay algo que va en el mismo nombre de las Cuencas. Algo que resonó y resuena en los valles, desde las montañas, entre los campos: el agua.
