Del pasado al presente y vuelta atrás
Un texto de José Manuel Costa sobre el resultado del proyecto
La mina y su sonido ha finalizado en sus dos primeras fases, grabación y composición. Ahora llegamos a las de escucha y remezcla por parte de los oyentes y de otros músicos que encuentren interesante realizar una lectura personal del material y ambientes utilizados en el proyecto. Pero también al de su uso cómo instalación sonora en el entorno de la exposición Aprendiendo de las Cuencas.
Esta interacción entre lo ante todo visual y lo en primer lugar sonoro no tiene demasiados precedentes, ni en España ni en ninguna parte. Porque, estando exposición y composiciones en estrecha relación, conceptual y espacial, ambas se han desarrollado con independencia, incidiendo cada una en sus especificidades. La exposición puede vivir sin problemas en su propia visualidad y en sus publicaciones. La forma permanente en que se manifestará La mina y su sonido será un CD audio (y su blog, básicamente auditivo) y por tanto desnudo de visualidad.
La idea es que ambos campos puedan encontrarse y no tanto complementarse como potenciarse, sin tener por ello que supeditarse más que en unos pocos conceptos claros que en este caso surgieron de Aprendiendo de las Cuencas. Podría haber sucedido al contrario.
Lo que tenemos como producto final de La mina y su sonido, tanto en su vertiente expositiva como audio, son cuatro piezas sonoras realizadas en sendos pozos, desde lo extinguido y casi devuelto a la naturaleza (San Fernando, Daniel Romero), hasta lo -todavía- en explotación (Sotón, Eduardo Comelles), pasando por las situaciones intermedias de lo aún resonante (Candín, Mind Revolution), a lo atrapado en otros ruidos donde el del pozo es un eco entre otros (Espinos, Óscar de Ávila)
Los mismos artistas han explicado sus motivos y procedimientos en el blog de La mina y su sonido y plasman lo que resulta un tránsito fascinante. Los extremos son realmente extremos. La obra de Daniel Romero tiende al silencio de la naturaleza, que nunca es continuo, sino interrumpido de cuando en cuando por sonidos específicos, desde el zumbido de unas abejas al famoso canto de los pájaros. Aunque algo inquietante, un entorno bucólico. Donde no hay palabras.
Muy al contrario, Edu Comelles ha llenado Réquiem de voces. Porque en el pozo aún trabajan personas y las personas no solo hacen ruido, tienen voz. Aunque también está el ruido, ruidos del metal, del estruendo de las tolvas, algo tan alejado del “sonido” natural de San Fernando que irremediablemente provoca la reflexión.
No hay nada tan neto en los otros dos pozos. Lo que recoge Mind Revolution en Pozu Candín es un barrio obrero residual y una mina donde ya apenas funciona el mantenimiento, un ritmo de los días sin mucho sentido que aquí marca un compresor. Sin embargo, lo que encuentra Óscar de Ávila en CicloS es un pozo que queda como atracción turístico-cultural insertado en un paisaje menos natural que rural. Tanto uno como otro son historias de ausencias, de recuerdo, de lo casi desvanecido pero aún vivido, mutando su forma.
El conjunto de lo que no son tanto documentación (que lo son) como composiciones a partir de unos materiales concretos en un instante dado, capta un momento que en el futuro quizás sea irrepetible. Un momento donde aún podemos vivir la mina y su después. Puede que llegue un día, no muy lejano, cuando de la mina ya no permanezcan nilos ecos.