Revisitando a Iván Illich: convivencialidad, tecnologías, instituciones

Iván Illich fue un destacado pensador de los años 60-70 que nos dejó importantes reflexiones sobre las tecnologías y su relación con la "buena vida"

Published: 26/10/2015
Revisitando a Iván Illich: convivencialidad, tecnologías, instituciones

Ordenador Sol con periféricos , Felsenstein y Marsh / Processor Technology, 1976; fuente: http://classtales.com/HOC/Sol-20_full.jpg

Por José Pérez de Lama (@osfa_11),
arquitecturacontable.wordpress.com

Este medio tocayo de Lenin y casi homónimo del personaje de Chejov es una singular figura de la segunda mitad del siglo 20 cuyas reflexiones reaparecen una y otra vez en conversaciones y textos más o menos alternativos sobre tecnologías, urbanismo y críticas a la idea de desarrollo. Según cuentan sus biógrafos, nació en 1926 en Viena, aunque su familia, de origen judío, vivía en una isla de Dalmacia (posteriormente Yugoslavia, y actualmente Croacia), adonde fue trasladado el mismo año de su nacimiento. Los avatares de la guerra europea lo llevaron a estudiar primero ciencias y después teología en Italia, y a continuación a ordenarse como sacerdote católico. Tras hacerse defensor de la feligresía portorriqueña de Nueva York y dirigir una institución en Puerto Rico, se convirtió en un severo disidente de las políticas estadounidenses en Latinoamérica, dejó la Iglesia, y estableció un centro de estudios críticos de la teoría y las políticas del desarrollo en Cuernavaca, México (CIDOC). Consecuente con su propia crítica de las instituciones, disolvió este centro a los diez años de su creación (1976), repartiendo sus recursos entre grupos y entidades locales.

El pasado verano, en un doble movimiento serendípico, tras coincidir en un almuerzo con Ada Colau y su equipo en un pequeño restaurante cerca de la plaza de San Jaume en Barcelona, me encontré en una librería con una reedición del libro de Illich La convivencialidad, - sobre el que ahora haré unos comentarios.

El propio Illich define el libro como un manifiesto o panfleto, haciendo apología del género (Hornedo, 2014: 18). El texto es algo desordenado y quizás reiterativo, y hoy, unos 40 años después de que fuera publicado, se lee como si estuviera escrito desde un lugar extraño – comparando la alquimia con la educación, preguntándose por la utilidad social de la medicina institucionalizada, cuestionando los automóviles y la movilidad, reflexionando sobre los tiempos en los que la energía disponible para los humanos era principalmente la generada por su propio cuerpo... Aún así, o precisamente por eso, los asuntos que plantea son tremendamente actuales. Los definiría como tecnopolítica, esa palabra tan de moda, que interpreto, no como el uso de twitter, facebook, google y herramientas varias para el activismo, como se tiende a hacer últimamente, sino en un sentido más general, como es el de las políticas tecnológicas y las implicaciones políticas de las tecnologías y de su implementación.

Iván Illich con Paulo Freire, Lima 1972; Fuente

Convivencialidad

Illich propone el concepto de convivencialidad como clave para valorar las tecnologías – herramientas las llama él – que desarrollamos y usamos. El término herramienta lo usa en un sentido extraordinariamente amplio – equivalente probablemente al de medio en Latour – que incluye desde una llave inglesa, hasta una infraestructura, un método educativo o una institución.

La convivencialidad - de convivencia (conviviality en inglés) -, sería el carácter de aquellas herramientas que hace que, en su empleo, sus usuarios sean más autónomos, más capaces de transformar el mundo de acuerdo con sus propias necesidades y deseos, y más libres y creativos para hacerlo. Illich define este carácter o condición en aproximaciones sucesivas, y también por oposición al carácter de las herramientas que no lo son. En su propio momento Illich definía la sociedad industrial por este carácter no convivencial de sus herramientas e instituciones. Y usaba  el término posindustrial para hablar de las futuras-hipotéticas sociedades convivenciales; como lo usaba, también por aquellos años, Murray Bookchin, sobre quien también he escrito últimamente. [1]

Veamos como Illich va definiendo la cuestión de la convivencialidad en sus propias palabras:

Llamo sociedad convivencial a aquella sociedad en la que la tecnología moderna está al servicio de la persona integrada en la colectividad y no al servicio de un cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que el hombre controla la herramienta... Al hombre que encuentra su alegría y su equilibrio en el empleo de la herramienta convivencial, lo llamo austero... La austeridad es el fundamento de la amistad y la alegría... (Illich, 2012: 53)

… una inversión radical: solamente echando abajo la sólida estructura que regula la relación del hombre con la herramienta podremos darnos unas herramientas justas. La herramienta justa corresponde a tres exigencias: es generadora de eficiencia sin degradar la autonomía personal; no suscita ni esclavos ni amos; expande el radio de acción personal. El hombre necesita de una herramienta con la cual trabajar, y no de instrumentos que trabajen en su lugar. Necesita de una tecnología que saque el mejor partido de la energía y de la imaginación personal, no de una tecnología que lo avasalle y programe. (p. 68)

Por convivencialidad entiendo lo contrario de la productividad industrial. Cada uno de nosotros se define por la relación con los otros y con el entorno, así como por la estructura profunda de las herramientas que utiliza. Éstas pueden ordenarse en una serie continua cuyos extremos son las herramientas como instrumento dominante y la herramienta convivencial. El paso de la productividad a la convivencialidad es el paso de la repetición de la carencia a la espontaneidad del don. La relación industrial es reflejo condicionado, una respuesta estereotipada del individuo a los mensajes emitidos por un usuario a quien jamás conocerá a no ser por un medio artificial que jamás comprenderá. La relación convivencial, en cambio es siempre nueva, es acción de personas que participan en la creación de la vida social. [...] La convivencialidad es la libertad individual, realizada dentro del proceso de producción, en el seno de una sociedad equipada con herramientas eficaces... (p. 69)

Si desde ahora, las herramientas no se someten a un control político, la cooperación de los burócratas del bienestar y de los burócratas de la ideología nos hará reventar de “felicidad”. La libertad y la dignidad del ser humano seguirán degradándose, provocando una servidumbre sin precedentes del hombre a su herramienta.

El hombre deviene sujeto social activo por medio de herramientas que domina activamente o a las que se somete pasivamente. En la medida en que domine las herramientas, podrá investir el mundo con su sentido; en la medida en que se vea dominado por las herramientas [tecnologías, redes, instituciones, procesos burocráticos, software...], será la estructura de éstas la que acabará por conformar la imagen que tenga de sí mismo. (p. 84)

La herramienta es convivencial en la medida en que cada uno puede utilizarla sin dificultad, tan frecuentemente como se desee y para los fines que uno mismo determine. El uso que cada cual haga de ella no restringe la libertad del otro para hacer lo mismo. Nadie necesita de un diploma para tener el derecho de usarla a voluntad. Entre los hombres y el mundo ella es una conductora de sentido, una traductora de intencionalidad. (p. 86)

La cuestión urgente, en consecuencia, sería determinar qué herramientas pueden ser controladas para el interés general y comprender que una herramienta incontrolable representa una amenaza insoportable. De forma secundaria, se podría también considerar si el control privado de una herramienta potencialmente útil es compatible con el interés general. (p. 91)

 

Deleuz/Guattari y las máquinas convivenciales

Como dato de interés recojo también una mención de Deleuze/Guattari (1972) sobre las ideas de Illich. El interés del asunto para mí es que las precisiones que hacen Deleuze y Guattari en el marco de su propia idea de máquina parecen delinear un programa para un ecosistema de fabricación digital convivencial [2]:

En otro texto muy gozoso, Iván Illich muestra lo siguiente: que la maquinaria pesada implica relaciones capitalistas o despóticas de producción, suponiendo la dependencia, la explotación o la impotencia de los hombres reducidos a la condición de consumidores o sirvientes. La propiedad colectiva de los medios de producción no altera en nada este estado de cosas, y simplemente sostiene una organización estalinista despótica. Consecuentemente, Illich propone la alternativa del derecho de todos a usar los medios de producción, en una sociedad convivencial, lo que es como decir, una sociedad deseante y no edípica [3]. Esto significaría el más extensivo uso de máquinas por parte del mayor número posible de gente, la proliferación de máquinas pequeñas y la adaptación de las grandes máquinas a pequeñas unidades, la venta exclusiva de componentes maquínicos que tendrían que ser ensamblados por los propios usuarios-consumidores, y la destrucción de la especialización del conocimiento y del monopolio profesional. Resulta bastante obvio que cosas tan diferentes como el monopolio o la especialización de la mayor parte del conocimiento médico, la complicada naturaleza del motor del automóvil, y el monstruoso tamaño de las máquinas no responden a ninguna necesidad tecnológica, sino solamente a imperativos económicos y políticos cuyo objetivo es la concentración del poder o el control en manos de la clase dominante. No es el sueño de un retorno a la naturaleza cuando uno señala la extrema inutilidad de los coches en la ciudad, su carácter arcaico a pesar de los muchos gadgets que incorporan para deslumbrar, y el potencial carácter moderno de la bicicleta, tanto en nuestras ciudades como en la guerra de Vietnam. Y no es incluso por el interés de las máquinas pequeñas y relativamente simples que la revolución convivencial deseante deba ser hecha, sino por el interés de la innovación maquínica en sí misma, que las sociedades capitalistas o comunistas hacen todo lo posible, mediante el poder económico y político, por reprimir [4].  (Deleuze/Guattari, 1972: 107-108; traducción del autor)

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Portada del primer boletín del Homebrew Computer Club, 1974; fuente: http://www.digibarn.com/collections/newsletters/homebrew/V1_02/len-shusteks-copy.html

Portada del primer boletín del Homebrew Computer Club, 1974; fuente

Felsenstein: convivencialidad y nacimiento de los ordenadores personales

La otra referencia a Illich que siempre recuerdo se encuentra en otro de mis libros preferidos, Hackers. Heroes of the Computer Revolution de Steven Levy (1985), la epopeya sobre la creación de la ética hacker y los ordenadores personales entre las décadas de 1950 y 1970. La segunda parte de Hackers se centra en la creación del ordenador personal, en la Costa Oeste estadounidense en el entorno de San Francisco, Berkeley y Silicon Valley, y tiene entre sus personajes centrales a Lee Felsenstein. Este libro es, para mí sin duda, un must read para los aficionados, y quizás incluso para los que quieran conocer lo que ocurrió durante las décadas finales del siglo 20; – estoy seguro que muchos o por lo menos algunas lo habrán leído. Para los que no lo hayan hecho, los nombres de algunas empresas, publicaciones y máquinas que aparecen en sus páginas darán una cierta idea del ambiente post-hippy, experimental y antiautoritario de los 60 y 70 en que todo esto se desarrolla: Community Memory, People's Computer Company (PCC), Machines of Loving Grace, Computer Lib, Homebrew Computer Club, Altair, Apple... entre muchos otros.

Para introducir a Felsenstein, hijo de padre izquierdista represaliado por serlo, electrónico, activista, programador y hacker de hardware, Steven Levy escribe lo siguiente:

En junio de 1974 […] el padre de Lee Felsenstein le había enviado un libro de Iván Illich titulado Tools for conviviality - presumiblemente el que aquí comentamos o una versión de éste -, y las aseveraciones de Illich reflejaban las visiones de Lee (“Para mí, los mejores profesores me cuentan aquello que ya sé que está bien”, explicaría Lee más tarde). Illich planteaba que las herramientas debían ser diseñadas no sólo para la comodidad de la gente, sino con la mirada más amplia de la eventual simbiosis entre usuario y herramienta. Esto inspiró a Felsenstein a concebir una herramienta que encarnara el pensamiento de Illich, Bucky Fuller, Marx y Robert Heinlein [5]. Sería una terminal para la gente. Lee la llamó la “Terminal Tom Swift” “en honor al héroe estadounidense al que habría sido más fácil encontrar manipulando máquinas,” Aquello sería Lee Felsenstein haciendo real el sueño hacker. (Levy, 2010: 179-180)


Imaginaba a los usuarios de su terminal tratándola de la manera que los hackers trataban el sistema operativo, cambiando componentes y haciendo mejoras... “un sistema vivo más que un sistema mecánico”, explicaría más tarde. “La herramientas son parte del proceso regenerativo.” Los usuarios necesitarían acceso estable a los componentes […] Así mientras esperaba que se produjera un claro ganador en la carrera de los microchips, se tomó su tiempo, ponderando las lecciones de Iván Illich, que apoyaba el diseño de una herramienta “que amplíe la capacidad de la gente para buscar sus propios fines de forma única”... (Levy, 2010: 181-182)

A pesar del papel central de Felsenstein, creador del Sol, el PC que antecedió al mítico Apple II, y de que hubiera muchos otros hackers en su misma onda en aquel entorno en que aparecen los primeros ordenadores personales, 40 años después sabemos qué forma llegaron a tomar aquellas herramientas: efectivamente se convirtieron en tools to make tools y muchas cosas más, pero también que al adquirir el fenómeno de los ordenadores personales – y posteriormente las redes - una escala global, éste fue en gran medida capturado por la industria y las nuevas formas del capitalismo, dando lugar a un mundo, el nuestro, que no tengo muy claro si sería del agrado de Iván Illich. El libro de Levy que explica en su segunda mitad como la cultura hacker californiana se hibridó con el capitalismo “posindustrial”, y esta narración parece un mapa de ruta para reconocer la actual evolución del ecosistema de la fabricación digital: del Homebrew Computer Club a Apple y Windows, en menos de una década. Levy habla del 76-78 como los dos años críticos en que todo aquello cambió... (Levy, 2010: 274)

Huerta Bizarra (A. Abellán, J. Esquiva, et al), 2014, Chirinbici solar; máquina convivencial para la activación de la Huerta Murciana; diseño y fabricación digital, componentes de bicicleta, elementos-modulos estandarizados de fácil acceso, software, presencia web, open-source... Fuente

Hoy

Leyendo a Illich piensa uno en que quizás haya que continuar enfatizando la idea de convivencialidad, no sólo en cuanto a las herramientas individuales, sino especialmente en cuanto a los ecosistemas o ecologías de las que éstas participan y contribuyen a generar: el complejo industria-consumo, las instituciones, la burocracia...  Necesitamos seguir pensando sobre las tecnologías, sobre su sentido, sobre como afectan a nuestras vidas... Concluyo, entonces, con una cita final de Illich.

Se ha puesto de moda decir que los problemas creados por la ciencia y la tecnología sólo pueden ser resueltos con más conocimiento científico y mejor tecnología. El remedio para una mala gestión es más gestión. El remedio para la investigación especializada es más investigación interdisciplinaria onerosa, de igual manera que el remedio para la contaminación de los ríos es más detergentes no contaminantes muy costosos. El almacenamiento de grandes cantidades de información, la creación de un estoc de conocimiento, el intento de superar los problemas presentes con la introducción de más ciencia es el último intento de resolver la crisis mediante la escalada. (Illich, 2014: 66)

[Y] sin embargo, aunque reduzcamos nuestras expectativas respecto a las máquinas, debemos evitar caer en el rechazo asimismo perjudicial de todas las máquinas como si fueran obra del diablo. (Illich, 2014: 83)


#notas
[1] El término posindustrial formulado también por otros autores durante aquellos mismos años (Touraine, 1969; Bell 1973), centrado en el desarrollo de una sociedad de servicios, que adquirió gran popularidad en la década de los 90, tiene un significado diferente en Illich que, rechazando la organización industrial del trabajo, da sin embargo gran importancia para la vida al trabajo humano y a la autonomía y dignidad derivadas de su ejercicio y control desde lo individual y lo local. La perspectiva de Illich debe relacionarse más con la de William Morris (Chardronnet, 2014), - y menos, por ejemplo, con la de Keynes o Lafargue, más próximos al actual uso del término posindustrial, que ven el trabajo como un mal o una desutilidad, como diría la economía neoclásica (Pérez de Lama, 2014, 2015; Chang, 2014).

[2] No se si se trata de un problema de datación de los textos, pero resulta curioso que Deleuze/Guattari comenten en 1972 las ideas publicadas por Illich en 1973-74. Quiero suponer que se trataba de ideas que circulaban con velocidad, y que Illich las recogía en su publicación tras haberlas debatido y difundido previamente.

[3] Según mi interpretación sintética, para Deleuze/Guattari una sociedad no-edípica sería una sociedad radicalmente antiautoritaria y en la que el deseo fluye libremente y desde posiciones de gran singularidad.

[4] Máquina en Deleuze/Guattari es un concepto equivalente, o que más bien sustituye, al de estructura o sistema; con innovación maquínica se refieren, por tanto, no sólo a la innovación tecno-científica, sino sobre todo a la que podríamos llamar la innovación de las máquinas socio-técnicas.

[5] Robert Heinlein era un escritor de ciencia ficción de la época, considerado junto con Isaac Asimov y Arthur C. Clarke como los “Big Three” de aquellos años. Véase: https://en.wikipedia.org/wiki/Robert_A._Heinlein


#referencias
Daniel Bell, 1973, The Coming of Post-Industrial Society

Murray Bookchin, 1968, Post-scarcity Anarchism, en: M. Bookchin, 2004, Post-scarcity Anarchism, AK Press, Edinburgh-Oakland, pp: 1-17

Ha-Joon Chang, 2014, Economics. The User's Guide, Pelikan Books, Londres

Ewen Chardronnet, 2014, Producción digital y economía de talleres, en: J. Pérez de Lama et al (editores), 2014, Yes, We Are Open! Fabricación digital, tecnologías y cultura libres, RUBooks & Escuela Técnica Superior de Arquitectura Universidad de Sevilla, Sevilla, pp. 144-151

Iván Illich, 2012 (edición original de 1973), La convivencialidad, Virus Editorial, Barcelona | disponible online en la Biblioteca Ciudades para un Futuro más Sostenible, UPM: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n26/aiill.html

Gilles Deleuze, Félix Guattari, 1972, Balance-Sheet of Desiring-Machines, translated by Robert Hurley, Appendix to 2nd edition of Anti_Oedipe, Minuit, Paris; in: Félix Guattari, 2009, Chaosophy. Texts and Interviews 1972-1977, Semiotext(e), Los Angeles; pp. 90-115

Braulio Hornedo, 2014, Iván Illich. Hacia una sociedad convivencial, en: Iván Illich, 2014, La convivencialidad, Virus Editorial, Barcelona, pp. 6-21

John Maynard Keynes, 1930, Economic Possibilities for our Grandchildren, en: J.M. Keynes, 1963, Essays in Persuasion, New York: W.W.Norton & Co., pp. 358-373; disponible online en: http://www.econ.yale.edu/smith/econ116a/keynes1.pdf

Paul Lafargue, 2013 (edición original en francés de 1880), Maia Ediciones, Madrid

Steven Levy, 2010 (25th Aniversaty Edition), Hackers. Heroes of the Computer Revolution, O'Reilly, Sebastopol

José Pérez de Lama, 2015, Murray Bookchin, post-escasez y el Curioso Impertinente. Más sobre la economía de la abundancia, disponble en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2015/07/27/murray-bookchin-post-escasez-y-el-curioso-impertinente-mas-sobre-la-economia-de-la-abundancia/

___, 2015, Nietos de Keynes. Buenas y malas noticias sobre la economía de la abundancia, disponible en: http://www.laboralcentrodearte.org/es/files/2013/bloglaboral/nietos-de-keynes

___, 2014, De Lafargue a Negri pasando por Keynes: Derecho a la pereza, tecnologías y fin del trabajo asalariado, disponble en: https://arquitecturacontable.wordpress.com/2014/12/14/de-lafargue-a-negri-pasando-por-keynes-derecho-a-la-pereza-tecnologias-y-fin-del-trabajo-asalariado/

Alain Touraine, 1969, La societé post-industrielle